El Espejo manchado
En la casa de mi tía Lila hay un espejo manchado.
Cuando le pregunté: -¿Lila porque ese espejo está manchado? Lila me dijo que porque era muy antiguo.
-¿Y porqué no lo cambiás por un espejo nuevo? Le pregunté. -Porque ese espejo pertenecía a mis padres, a mis abuelos y a mis tatarabuelos. Tiene mucha historia. No podría deshacerme de él.
Comencé a mirarlo más detenidamente.
-¿Porque? Pregunté con curiosidad. -No conozco el porqué pero tu abuelo nos dijo que por culpa del espejo nunca pudo montar un caballo. Y a el le encantaban los caballos.
Decidí no hacerle caso y continuar investigando.
La superficie del espejo, o sea la parte vidriada estaba en buen estado. Pero del fondo del mismo parecían aflorar manchas de color plateado como si fueran flores. Estaba rodeado por un marco de madera que parecía más antiguo que el espejo mismo. Me miré. Hice muecas. Saqué la lengua.
El espejo parecía devolver una imagen deformada. Volví a mirarme. Yo no parecía tener diez años, sino más de dieciséis. Parecía mucho más alto. Mi cara era más delgada, mi cabello estaba más largo y hasta vestía de otra manera.
Tenía un arito en la oreja. Dije: -Hola y el sonido que me devolvió era grave y profundo. No era mi voz actual.
Recordé inmediatamente la charla que tuve con Chacho hacía unos días, cuando nuestros padres no nos dieron permiso para ir solos al cine. Los dos nos dijimos:- Cómo nos gustaría ser grandes para poder ir solos al cine.
¿Sería este un espejo mágico? Le conté a Chacho, y a él, que le gustaba todo lo que estaba rodeado de misterio, me pidió ir a verlo.
Los dos nos paramos como dos estúpidos, acercando nuestras narices contra el vidrio, mientras observábamos las manchas con detenimiento hasta opacarlo con nuestro aliento.
Al alejarnos el espejo nos devolvió una imagen nuevamente deformada. Yo estaba igual que ayer, pero vestido diferente y Chacho era más alto que yo. Tenía el cabello teñido con un mechón verde sobre la frente y usaba una campera negra de jean. Nos reímos mientras observábamos nuestro aspecto desaliñado.
-¡Hablá! Le dije a Chacho.
Chacho preguntó: -¿Cuantos años tengo? El espejo devolvió la misma pregunta con una voz áspera y ronca. Chacho se quedó mudo del asombro.
De pronto apareció Lila y nos mandó cada uno para su casa.: -¡Basta de perder el tiempo con ese espejo. Tengo que salir y ya es hora de que preparen las tareas para el colegio!.
Al otro día estuvimos todo el día pensando en el espejo. Sin lugar a dudas tenía propiedades mágicas.
La duda de Chacho era conocer la edad que teníamos en la imagen representada y quería volver a la casa de mi tía a toda costa. Lila trabajaba todos los días y yo iba de visita una vez por semana.
A la semana siguiente ya Chacho había ideado algo. Lila se extraño de vernos otra vez a los dos. Nos apuramos a tomar la leche y nos sentamos juntos frente al espejo. Hicimos el mismo ritual de acercar nuestras narices para luego alejarnos a cierta distancia.
Esta vez estábamos vestidos con otra ropa. Chacho dijo: ¨tengo diez…años¨ y el espejo devolvió -Tengo diecisiete años- . Nos miramos asombrados y contentos. Habíamos logrado conocer la edad representada en el espejo.
Mientras caminábamos por la vereda nos preguntábamos que nos gustaría hacer cuando tuviéramos esa edad. Chacho era fanático de los aviones, y tirarse en paracaídas era su sueño. Yo pensaba que a esa edad tal vez mi papá me prestaría el auto y no bien llegó del trabajo le pregunté: -¿Papá cuando yo tenga diecisiete años , vos me vas a prestar el auto? Mi papá me dijo que si. -Si sacás el registro a esa edad, te lo presto. Pero ahora falta mucho para eso.-!Mirá la pregunta que me hacés!
Las clases terminaron, Nos fuimos de vacaciones y pasamos el verano despreocupados, disfrutando de la arena y del mar. Nos reencontramos nuevamente en el colegio y enseguida planificamos una visita a la casa de Lila.
-¡Otra vez los dos! ¿Vienen a verme a mí o al espejo? Preguntó.
Los dos corrimos hacia el espejo manchado e iniciamos nuestro ritual.
Al alejarnos el espejo devolvió una imagen que nos heló la sangre. Chacho estaba en una cama de hospital. Con una venda manchada de sangre en la cabeza y los ojos cerrados. Le salían cables y tubos en todas direcciones. Un aparato le sostenía una pierna en lo alto. Parecía un accidentado. Yo lloraba a su lado.
Salimos corriendo cada uno para su casa pensando en qué podría haber pasado mientras hacíamos mil conjeturas. Recién pudimos volver en dos semanas. No nos importaba el biscochuelo que Lila había preparado ni la leche chocolatada. Solo queríamos mirar el espejo.
Esta vez no pudimos vernos juntos.
-¿Qué habría sucedido?
Decidimos enfrentarlo de a uno por vez. Primero se enfrentó Chacho.
Chacho tenía los ojos abiertos pero parecía perdido. Seguía en la cama de hospital, pero sin tantos cables. Por lo visto había mejorado.
Luego yo. Mi imagen era triste, con los ojos vidriosos y enrojecidos. Estaba vestido con saco y corbata como si hubiera perdido los beneficios de la adolescencia para asumir responsabilidades de la adultez.
Me levanté, confundido y nos fuimos maquinando mil historias posibles.
Pensamos que ese espejo en lugar de ser mágico era maldito. ¿Qué sentido tenía querer saber cómo seriamos a los diecisiete años?. Nada nos aseguraba que ese espejo nos reflejara el futuro real. Todas esas imágenes podrían ser engañosas. Pero por las dudas le hice prometer a Chacho que jamás se tiraría de un paracaídas.
Fin
El Triángulo
Todavía me pregunto como fui a parar adentro de este lugar. Lo recorro nerviosa. Tiene límites invisibles que no puedo traspasar. Al llegar a un punto recibo una descarga eléctrica que me hace retroceder de un salto.
Pienso fríamente. Necesito conocer esos límites. Acerco con cuidado el pié hasta que comienzo a recibir un leve cosquilleo y marco en la tierra ese punto. Así uno tras otro consigo formar una recta de unos veinte metros. Cuando quiero retroceder otra descarga me sacude con violencia. Hay un ángulo. Es un ángulo que marca el comienzo de otra recta. Tengo que moverme con cuidado. Cada sacudida me debilita y necesito de todas mis fuerzas si quiero salir de esta encrucijada.
Ya lo sé. Estoy dentro de un triángulo rectángulo. Un triángulo maldito.
¿Estaré perdida para siempre? ¿Podrá acudir alguien a rescatarme?
Lo veo difícil. Simplemente porque nadie puede verlo ni verme.
Un triángulo es una figura indeformable. Esos ángulos inamovibles, sostienen la figura con una rigidez indestructible.
Caer en un triángulo maldito es lo peor que le puede pasar a una persona. Si por lo menos tuviera una escalera podría cotejar la altura y saltarlo. Lo intento, percibiendo el cosquilleo sobre una pared invisible que se eleva sobre mi persona.
Estoy entregada. No hay nada que pueda hacer.
Ya es de noche. Me recuesto boca arriba sobre el pasto. Las estrellas brillan con toda su intensidad. Venus, Marte, el cinturón de Orión, las Pléyades se desplazan a su ritmo. La luna se asoma naranja sobre el horizonte y asciende lentamente iluminando tenuamente el paisaje.
Agotada me quedé dormida.
Por la mañana volví a chequear los límites del triángulo. Seguía acorralada en el mismo lugar y me pregunté si no habría nada que pudiera hacer? Si tengo que esperar la muerte mejor que sea rápido. No quiero morir en agonía.
Lo tengo decidido. Voy a tomar distancia y con las pocas fuerzas que me quedan atravesaré corriendo el muro y si una descarga me mata, que me mate de una vez por todas.
Me paro de espaldas a una de las rectas. Inspiro, expiro, inspiro, expiro, hasta llenar mis pulmones de aire y allá voy a la carrera dando saltos.
El impacto fue demoledor, Tengo el pelo y las pestañas chamuscadas, me duele cada centímetro de mi cuerpo. Estoy debilitada y mal herida pero afuera.
Fin
Por fin he logrado atravesar la última cumbre de la montaña que me impedía salir de aquel valle, de resplandeciente y cegador brillo.
No he querido mirar atrás, aunque la experiencia vivida, pienso que no la podré olvidar jamás…Tan solo he estado una semana, siete días con sus siete noches que me han dado la posibilidad de descubrir, en ese corto periodo de tiempo, como es “Un mundo de oro”...
Aquel valle escondido del resto de la humanidad, se conservaba fresco, natural, enigmático. Sus casas, las puertas no tenían cerraduras, no había rejas en sus ventanas, ni cercas que separaran las propiedades, ni coches por sus calles.
Pero lo mas sorprendente, eran las diferentes esculturas o estatuas, de un color intenso reluciente. Entre ellas había arboles, animales, carruajes, personas, algunas casas, todo salpicado aquí y allá, casi de forma alocada y caprichosa.
Y en medio de todo aquello, la vida transcurría de forma natural, sin que sus habitantes prestaran ninguna o poca atención a la naturaleza del metal en las que estaban hechas…eran de finísimo oro puro.
Lo primero que se te venia a la cabeza, es que debía de tratarse de un país muy rico, o que tendrían importantes minas de este material precioso, tan codiciado por todos. También hacia suponer que debían de ser expertos en el arte de la fundición además de magníficos artistas para conseguir aquella realidad tan cercana a lo natural que poseían todas aquellas esculturas y estatuas.
Sus gentes trabajaban alegres y colaboradores, siendo casi imposible distinguir que cosas, eran de cada uno, pues el mismo que estaba trabajando en su campo, ayudaba a construir la casa del compañero, y la mujer que había trabajado preparando la comida, la compartía con sus vecinos. Estuve todo un día, sin hablar con nadie, fascinado tan solo en observar todo aquello que sucedía a mí alrededor.
A las personas no les preocupaba el verse observados, (con tanta curiosidad y atención por mi parte), ellos seguían comportándose con naturalidad. En mi cabeza, algo me hacia pensar que en aquella ciudad faltaba algo… ¿Pero el qué?
El segundo día, desperté en una casa distinta a la de la primera noche, ahora eran una pareja de abuelos muy simpáticos y serviciales, a la vez que madrugadores y trabajadores, mucho antes de que me levantara, habían dado de comer a los animales y arreglado las cuadras. Solo el olor que venia de la cocina, me hizo saltar de la cama, para asearme e ir a desayunar.
Les deje arreglando su campo y de nuevo me dispuse a recorrer la ciudad paseando por todas sus callejuelas. Entre saludo y saludo me fui cruzando con estatuas y esculturas de oro, que con su brillo me cegaban, al reflejar los primeros rayos del sol de la mañana.
Pase por locales, dedicados a cubrir las necesidades básicas de las personas (panaderías, pescaderías, farmacias, ferreterías, etc.) En todas ellas se servía cada uno aquello que necesitaba, y con una sonrisa salía con sus necesidades cubiertas, del establecimiento en dirección a donde tuviera que ir. ¿Qué forma tan rara de comprar?
Internamente supuse el por que nadie pagaba, tal vez se trataba de una comuna. Pero seguía sin tener explicación de las esculturas de oro. Mi primer objetivo fue dirigirme al Ayuntamiento, para preguntar por el origen de tanta riqueza y de la ostentación tan presente entre las calles del pueblo.
No fui capaz de encontrar en todo el día, nada que se pareciera a la autoridad, no había alcaldía, ni policía, ni partidos, ni sindicatos…agotado y cansado de tanto andar, acabe en la casa de Alberto el medico y Miriam su mujer, que me ofrecieron una habitación en donde pasar la noche.
Al amanecer del tercer día, me encontré con Alberto, que venia sonriente, pero con cara de cansado, regresaba de asistir un parto de la hija de Paco el panadero.
¿Es que aquí no descansa nadie? –Me pregunte a mi mismo al ver tanta actividad-
Ya en la calle, me dije que de hoy no pasaría, que al menos descubriría donde estaban las minas, la fundición y sobre todo conocer a los artistas de tan bellas obras.
Desilusionado comprobé que mis esfuerzos, no habían dado ningún resultado positivo, comencé a pensar que los habitantes de aquel lugar, eran simpáticos, serviciales, trabajadores, desinteresados, acogedores, etc. Pero en ningún caso tontos y su secreto estaba muy bien guardado.
Agotado con los pies doloridos, con unas ganas locas de dormir y descansar, me vi en casa de Julio el bibliotecario, un hombre culto y Gloria su encantadora mujer, madre feliz de todo un pequeño ejército de niños, al menos conté ocho o nueve, lamentablemente no fui capaz de memorizar sus nombres.
Apenas me costo levantarme el cuarto día, aquella casa parecía un cuartel, había disciplina pero eso no evitaba el bullicio y las colas para entrar en el baño. Deje atrás la casa y sus ruidosos inquilinos en plena actividad, cada uno salió en dirección a sus obligaciones y con un libro prestado en las manos me fui a tratar de resolver las preguntas que rondaban por mi cabeza.
Recapitulemos -me dije-
¿Haber que tenemos hasta ahora?
La gente es feliz, hay preciosas esculturas de oro por todas partes, de personas, animales y objetos. Aquí no hay autoridades y sin embargo hay respeto y estoy casi seguro que guarda un secreto, que no quieren compartir. También he llegado a la conclusión de que en el tiempo que llevo aquí, no me ha hecho falta el dinero, es mas ni tan siquiera se si existe una moneda oficial, no se ve dinero por ninguna parte.
Hoy el día ha sido entretenido, he visitado de cerca, la escuela, las fabricas, el teatro, el centro medico, los bares…otro día que el agotamiento me puede y me voy a la cama sin resolver ninguna de las preguntas que me acompañan desde el primer día que puse un pie en este enigmático lugar.
Esta noche la pasare en una casa humilde, ellos tienen lo mínimo, pero me han puesto a mi disposición su mejor cama, todo es sencillo, limpio y acogedor. La cena me ha servido para ir conociéndoles un poco mejor. No he podido reprimirme y les he preguntado a Raquel y Emilio, porqué motivo ellos vivían así, con lo justo, si en las tiendas y comercios todo el mundo cogían lo que necesitaban y no pagaban.
-Tú lo has dicho, nosotros cogemos lo que necesitamos-
¡Ya y otra cosa!, ¿Porqué no tenéis hijos?
-Si hemos tenido hijos, ellos ya no viven con nosotros pero están en el pueblo- es lo ultimo que recuerdo de la conversación antes de quedarme dormido en el sillón, por el cansancio.
Cada día que pasa me cuesta mas levantarme, mis anfitriones, ya se han marchado a sus quehaceres cotidianos y me han dejado un estupendo desayuno y una nota en la mesa de la cocina, en la que me desean que pase un buen día.
Al pasear por la ciudad he sentido un deseo irrefrenable de apropiarme de unas pequeñas margaritas de oro, que hay junto a una escultura de un joven que se encuentra inclinado sobre ellas, mirándolas pensativo.
Fue tocarlas con las yemas de mi mano y las uñas se comenzaron a transformar en oro. El sentimiento de apropiarme de las flores, desapareció al instante y me quede fascinado de lo que me estaba pasando.
–Me dije- ¿Para qué quiero las pequeñas margaritas? ¡Si ahora mis uñas son de oro!
Todo ese día me lo pase hablando con la gente y presumiendo de mis brillantes uñas. Pude observar que en general aunque quisieron mostrarse amables conmigo, todos se entristecieron y me recomendaron que buscara al Maestro…
¿Quién era el Maestro?, ¿porqué estaban tristes?, ¿pensarían que les estaba robando?
Aquella noche, me toco dormir en la calle, me acurruque como pude en un cobertizo y me cubrí con cartones. No podía dormir, ni dejar de pensar la cantidad de cosas que se podían hacer con tanta riqueza que estaba tirada por las calles, hasta que el cansancio en algún momento me venció…
Sentía sobre mi cuerpo el calor de la mañana y en mi cara como si alguien me estuviera besando. Abrí los ojos y descubrí la cabeza de un enorme perro, que me estaba lamiendo la cara a lengüetazos. Por un momento dude, no sabia cuanto tiempo llevaba en aquel lugar, pero tenia que encontrar al Maestro.
Me lave la cara como pude, en el aseo de un bar y al mirarme al espejo, me quede de piedra.
¿Qué me estaba pasando? Ahora, no solo tenia las uñas , también mi pelo eran finos cabellos de oro. –Tengo que encontrar al Maestro-
Salí del bar y en esos momentos, sentí una mano sobre mi hombro, sin volverme recordé que era la primera vez, que me tocaba alguien. Me gire despacio y vi ante mi a una persona que transmitía paz y armonía.
-Busco al Maestro-le dije, tengo que hablar urgentemente con El, ¿Puedes ayudarme?, ¿necesito verle? Ante mi angustia, me contesto.
-Ya estas hablando, ven siéntate, respira y ordena tus pensamientos, retoma las riendas de tu mente-
¿Qué me esta pasando? -Le dije-
-Algo muy sencillo, que ya ha ocurrido a otras personas y que tu, seguramente te has cruzado con ellas, en estos días-
Perdona, estoy confundido, no entiendo nada.
-Es muy sencillo, aquí en este lugar puedes vivir según tu corazón. Las estatuas humanas y el resto de esculturas, son la consecuencia final, del deseo del corazón humano.
-¿Qué quieres decir?-le pregunte-
-Las estatuas humanas, fueron en otro tiempo, personas que en su corazón, quisieron enriquecerse, forrarse, hacerse de oro…y su deseo se hizo realidad. También de la misma manera, los bienes ajenos, de los que se apropiaron indebidamente, se hicieron de oro, ante los ojos de todos…
Pero aquí, el oro no es nada, tan solo el resultado de aquellos que en un momento aciago de su vida, perdieron de vista, que lo mas importante no es POSEER, si no SER.
-Tengo que salir de aquí cuanto antes, mis manos casi no me obedecen, los dedos y las palmas, son de oro como las uñas, ya no pudo casi moverlos, mis pies parecen dos botas de alta montaña rígidas y de reluciente oro. El Maestro antes de desaparecer de mi vista, me indico que todavía tenía tiempo para decidir que quería ser…pero debía de actuar rápido.
Lamento haber sido tan ciego, he dejado atrás la ciudad, solo pienso en caminar, caminar y alejarme a toda prisa de este lugar, tal vez algún día cuando este preparado regresare…
¡Por fin he logrado atravesar la última cumbre de la montaña que me impedía salir de aquel valle, de resplandeciente y cegador brillo!
No he querido mirar atrás, aunque la experiencia vivida, pienso que no la podré olvidar jamás…Tan solo he estado una semana, siete días con sus siete noches que me han dado la posibilidad de descubrir, en ese corto periodo de tiempo, como es “Un mundo de oro”...
Aquel valle escondido del resto de la humanidad, se conservaba fresco, natural, enigmático. Sus casas, las puertas no tenían cerraduras, no había rejas en sus ventanas, ni cercas que separaran las propiedades, ni coches por sus calles.
Pero lo mas sorprendente, eran las diferentes esculturas o estatuas, de un color intenso reluciente. Entre ellas había arboles, animales, carruajes, personas, algunas casas, todo salpicado aquí y allá, casi de forma alocada y caprichosa.
Y en medio de todo aquello, la vida transcurría de forma natural, sin que sus habitantes prestaran ninguna o poca atención a la naturaleza del metal en las que estaban hechas…eran de finísimo oro puro.
Lo primero que se te venia a la cabeza, es que debía de tratarse de un país muy rico, o que tendrían importantes minas de este material precioso, tan codiciado por todos. También hacia suponer que debían de ser expertos en el arte de la fundición además de magníficos artistas para conseguir aquella realidad tan cercana a lo natural que poseían todas aquellas esculturas y estatuas.
Sus gentes trabajaban alegres y colaboradores, siendo casi imposible distinguir que cosas, eran de cada uno, pues el mismo que estaba trabajando en su campo, ayudaba a construir la casa del compañero, y la mujer que había trabajado preparando la comida, la compartía con sus vecinos. Estuve todo un día, sin hablar con nadie, fascinado tan solo en observar todo aquello que sucedía a mí alrededor.
A las personas no les preocupaba el verse observados, (con tanta curiosidad y atención por mi parte), ellos seguían comportándose con naturalidad. En mi cabeza, algo me hacia pensar que en aquella ciudad faltaba algo… ¿Pero el qué?
El segundo día, desperté en una casa distinta a la de la primera noche, ahora eran una pareja de abuelos muy simpáticos y serviciales, a la vez que madrugadores y trabajadores, mucho antes de que me levantara, habían dado de comer a los animales y arreglado las cuadras. Solo el olor que venia de la cocina, me hizo saltar de la cama, para asearme e ir a desayunar.
Les deje arreglando su campo y de nuevo me dispuse a recorrer la ciudad paseando por todas sus callejuelas. Entre saludo y saludo me fui cruzando con estatuas y esculturas de oro, que con su brillo me cegaban, al reflejar los primeros rayos del sol de la mañana.
Pase por locales, dedicados a cubrir las necesidades básicas de las personas (panaderías, pescaderías, farmacias, ferreterías, etc.) En todas ellas se servía cada uno aquello que necesitaba, y con una sonrisa salía con sus necesidades cubiertas, del establecimiento en dirección a donde tuviera que ir. ¿Qué forma tan rara de comprar?
Internamente supuse el por que nadie pagaba, tal vez se trataba de una comuna. Pero seguía sin tener explicación de las esculturas de oro. Mi primer objetivo fue dirigirme al Ayuntamiento, para preguntar por el origen de tanta riqueza y de la ostentación tan presente entre las calles del pueblo.
No fui capaz de encontrar en todo el día, nada que se pareciera a la autoridad, no había alcaldía, ni policía, ni partidos, ni sindicatos…agotado y cansado de tanto andar, acabe en la casa de Alberto el medico y Miriam su mujer, que me ofrecieron una habitación en donde pasar la noche.
Al amanecer del tercer día, me encontré con Alberto, que venia sonriente, pero con cara de cansado, regresaba de asistir un parto de la hija de Paco el panadero.
¿Es que aquí no descansa nadie? –Me pregunte a mi mismo al ver tanta actividad-
Ya en la calle, me dije que de hoy no pasaría, que al menos descubriría donde estaban las minas, la fundición y sobre todo conocer a los artistas de tan bellas obras.
Desilusionado comprobé que mis esfuerzos, no habían dado ningún resultado positivo, comencé a pensar que los habitantes de aquel lugar, eran simpáticos, serviciales, trabajadores, desinteresados, acogedores, etc. Pero en ningún caso tontos y su secreto estaba muy bien guardado.
Agotado con los pies doloridos, con unas ganas locas de dormir y descansar, me vi en casa de Julio el bibliotecario, un hombre culto y Gloria su encantadora mujer, madre feliz de todo un pequeño ejército de niños, al menos conté ocho o nueve, lamentablemente no fui capaz de memorizar sus nombres.
Apenas me costo levantarme el cuarto día, aquella casa parecía un cuartel, había disciplina pero eso no evitaba el bullicio y las colas para entrar en el baño. Deje atrás la casa y sus ruidosos inquilinos en plena actividad, cada uno salió en dirección a sus obligaciones y con un libro prestado en las manos me fui a tratar de resolver las preguntas que rondaban por mi cabeza.
Recapitulemos -me dije-
¿Haber que tenemos hasta ahora?
La gente es feliz, hay preciosas esculturas de oro por todas partes, de personas, animales y objetos. Aquí no hay autoridades y sin embargo hay respeto y estoy casi seguro que guarda un secreto, que no quieren compartir. También he llegado a la conclusión de que en el tiempo que llevo aquí, no me ha hecho falta el dinero, es mas ni tan siquiera se si existe una moneda oficial, no se ve dinero por ninguna parte.
Hoy el día ha sido entretenido, he visitado de cerca, la escuela, las fabricas, el teatro, el centro medico, los bares…otro día que el agotamiento me puede y me voy a la cama sin resolver ninguna de las preguntas que me acompañan desde el primer día que puse un pie en este enigmático lugar.
Esta noche la pasare en una casa humilde, ellos tienen lo mínimo, pero me han puesto a mi disposición su mejor cama, todo es sencillo, limpio y acogedor. La cena me ha servido para ir conociéndoles un poco mejor. No he podido reprimirme y les he preguntado a Raquel y Emilio, porqué motivo ellos vivían así, con lo justo, si en las tiendas y comercios todo el mundo cogían lo que necesitaban y no pagaban.
-Tú lo has dicho, nosotros cogemos lo que necesitamos-
¡Ya y otra cosa!, ¿Porqué no tenéis hijos?
-Si hemos tenido hijos, ellos ya no viven con nosotros pero están en el pueblo- es lo ultimo que recuerdo de la conversación antes de quedarme dormido en el sillón, por el cansancio.
Cada día que pasa me cuesta mas levantarme, mis anfitriones, ya se han marchado a sus quehaceres cotidianos y me han dejado un estupendo desayuno y una nota en la mesa de la cocina, en la que me desean que pase un buen día.
Al pasear por la ciudad he sentido un deseo irrefrenable de apropiarme de unas pequeñas margaritas de oro, que hay junto a una escultura de un joven que se encuentra inclinado sobre ellas, mirándolas pensativo.
Fue tocarlas con las yemas de mi mano y las uñas se comenzaron a transformar en oro. El sentimiento de apropiarme de las flores, desapareció al instante y me quede fascinado de lo que me estaba pasando.
–Me dije- ¿Para qué quiero las pequeñas margaritas? ¡Si ahora mis uñas son de oro!
Todo ese día me lo pase hablando con la gente y presumiendo de mis brillantes uñas. Pude observar que en general aunque quisieron mostrarse amables conmigo, todos se entristecieron y me recomendaron que buscara al Maestro…
¿Quién era el Maestro?, ¿porqué estaban tristes?, ¿pensarían que les estaba robando?
Aquella noche, me toco dormir en la calle, me acurruque como pude en un cobertizo y me cubrí con cartones. No podía dormir, ni dejar de pensar la cantidad de cosas que se podían hacer con tanta riqueza que estaba tirada por las calles, hasta que el cansancio en algún momento me venció…
Sentía sobre mi cuerpo el calor de la mañana y en mi cara como si alguien me estuviera besando. Abrí los ojos y descubrí la cabeza de un enorme perro, que me estaba lamiendo la cara a lengüetazos. Por un momento dude, no sabia cuanto tiempo llevaba en aquel lugar, pero tenia que encontrar al Maestro.
Me lave la cara como pude, en el aseo de un bar y al mirarme al espejo, me quede de piedra.
¿Qué me estaba pasando? Ahora, no solo tenia las uñas , también mi pelo eran finos cabellos de oro. –Tengo que encontrar al Maestro-
Salí del bar y en esos momentos, sentí una mano sobre mi hombro, sin volverme recordé que era la primera vez, que me tocaba alguien. Me gire despacio y vi ante mi a una persona que transmitía paz y armonía.
-Busco al Maestro-le dije, tengo que hablar urgentemente con El, ¿Puedes ayudarme?, ¿necesito verle? Ante mi angustia, me contesto.
-Ya estas hablando, ven siéntate, respira y ordena tus pensamientos, retoma las riendas de tu mente-
¿Qué me esta pasando? -Le dije-
-Algo muy sencillo, que ya ha ocurrido a otras personas y que tu, seguramente te has cruzado con ellas, en estos días-
Perdona, estoy confundido, no entiendo nada.
-Es muy sencillo, aquí en este lugar puedes vivir según tu corazón. Las estatuas humanas y el resto de esculturas, son la consecuencia final, del deseo del corazón humano.
-¿Qué quieres decir?-le pregunte-
-Las estatuas humanas, fueron en otro tiempo, personas que en su corazón, quisieron enriquecerse, forrarse, hacerse de oro…y su deseo se hizo realidad. También de la misma manera, los bienes ajenos, de los que se apropiaron indebidamente, se hicieron de oro, ante los ojos de todos…
Pero aquí, el oro no es nada, tan solo el resultado de aquellos que en un momento aciago de su vida, perdieron de vista, que lo mas importante no es POSEER, si no SER.
-Tengo que salir de aquí cuanto antes, mis manos casi no me obedecen, los dedos y las palmas, son de oro como las uñas, ya no pudo casi moverlos, mis pies parecen dos botas de alta montaña rígidas y de reluciente oro. El Maestro antes de desaparecer de mi vista, me indico que todavía tenía tiempo para decidir que quería ser…pero debía de actuar rápido.
Lamento haber sido tan ciego, he dejado atrás la ciudad, solo pienso en caminar, caminar y alejarme a toda prisa de este lugar, tal vez algún día cuando este preparado regresare…
¡Por fin he logrado atravesar la última cumbre de la montaña que me impedía salir de aquel valle, de resplandeciente y cegador brillo!
Zapatillas de ballet
Primera posición, talones juntos, pies hacia fuera, dibujando una línea perfecta. El telón se abre en alguna parte detrás de esas cegadoras luces, tres personas en alguna parte listas para evaluar.
La danza es el lenguaje escondido del alma”, Matha Graham lo había dicho y Laura lo había convertido en su lema, yo que la vi bailar esa noche puedo decirles que mientras se movía podías ver con claridad la luz que la envolvía. comenzó a sonar la música y antes de que su cerebro mande la orden a sus brazos, estos ya se movían con gracia cambiando continuamente… quinta, cuarta, segunda posición, balance, pirueta, salto, petites battmente, en cuestión de minutos recorrió todo el escenario. Sus pies eran firmes, incluso después de tantos meses de exhaustivas prácticas en las que los dejaba ensangrentados y lastimados. Las dos sabíamos que tanta exigencia y dolor era un precio que debíamos pagar para el éxito. Sus flaquísimas piernas daban la impresión de quebrarse, de no poder soportar el peso del resto de su delicado cuerpo. Dio un salto majestuoso y el tiempo pareció detenerse ahí por unos segundos. En ese momento cualquiera otra persona hubiese gritado del susto al ver lo que pasaba, pero ninguno de los presentes se mostraba sorprendido. Esa luz que antes la envolvía, ahora parecía desprenderse de ella... ¡Pum! Un ruido sordo contra el piso, nadie le presti mucha atención. El cuerpo sin alma pasa a ser un cadáver. En cambio, el alma es espiritual, es luz y no puede morir. Nadie podía sacar los ojos de esa brillante luz con figura de mujer que continuaba su baile. Era hipnotizante ver la gracia de sus movimientos, como se elevaba en cada vuelta y sus hermosas zapatillas blancas parecían no tocar el piso. La música ceso con una ovación que parecía interminable. La luz dejo de brillar, en el escenario solo quedo el frágil cuerpo sin vida de Laura, que permanecía tieso y frió en un rincón.
El Nudo
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Sé que formaré parte de alguna casa, es posible que me pinten, pero con el tiempo esa pintura se
requebrajará y podré contemplar secretas historias.
Ese cazador
Ahí va otra vez ese ridículo y tenaz cazador de fantasmas. Siempre igual; con esa monomanía obsesiva, que lo ha llevado a investigar ante cualquier sospecha, sin importarle absolutamente nada. Así es como lo he podido ver, buscando en los pasadizos subterráneos de esta vieja ciudad, en las antiguas casonas coloniales, y en cualquier lugar, donde crea que puede encontrar algún espectro; y siempre; siempre, sin resultado.
Desde que supe de su interminable búsqueda, que me oculto de él; hace ya… cuatrocientos años.
El mejor de los deseos
|
Un día su mamá lo llevó al nuevo museo de dinosaurios en la ciudad, él ya había ido a todos los museos de dinosaurios menos a ese; cuando llegó al museo el cuidador de la entrada lo detuvo y le dijo:
- "Hola pequeño, ¿cuál es tu nombre?"
- "Pepito", el respondío con una tierna sonrisa.
El cuidador le preguntó si era su primera vez en ese museo a lo que Pepito respondió emocionado que sí, el cuidador sin pensarlo le dijo que en museo iba a encontrar algo muy especial para él, algo con lo que siempre había soñado, pepito emocionado volteó a buscar a su mamá para contarle lo que el cuidador le había dicho, pero al voltear el cuidador había desaparecido.
Ya dentro del museo pepito se dirigió rápidamente a buscar al dinosaurio "Rex", su favorito. Debajo de el encontró un huevo de dinosaurio muy brillante con una nota dirigida hacia él:
"Pepito, hoy será el día en el que el deseo que más quieres se te cumplirá, lleatelo a tu casa y cuídalo bien".
en su casa papito guardó muy bien el huevo en su cuarto, se fue a dormir anhelando su sueño más preciado. Y cuando despertó el dinosaurio estaba ahí.

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